lunes, noviembre 11, 2024

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 205 [3T]

 

Sabía que me jugaba algo grave, nunca les había mentido a mis padres, ni les había hecho algo parecido jamás. Pero yo no podía volver a clase sin Gabriel, le necesitaba, la energía de la clase me estaba matando, y si en algún momento los adultos supieran por qué no quería ir a clase, quizás no acabaría la secundaria en ese centro y estaría como al primo Aros.

-      ¡Tiene que haber una forma para que puedas ir a clase y no te afecte la energía! Amor, eres de la orden de san migue arcángel, algo se te tiene que ocurrir para poder protegerte, ¿no?- decía Uriel preocupadísimo por las futuras repercusiones si esto continuaba así.

-      Lo he intentado todo, y el arcángel Miguel no me está ayudando lo suficiente. ¡Necesito a Gabriel!- le insistí.

-      ¡Está de misión! Y no sabemos cuando volverá… ¿Te piensas quedar aquí hasta que vuelva?- dijo Uriel se le notaba que estaba llorando o a punto.

-      Tampoco me gusta esto, pero sí. Esperaré lo que haga falta.- le dije.

Para que mis padres no sospecharan de nada, guardé la mochila en el armario de mí habitación, se suponía que al mediodía iba a almorzar sin la mochila que la dejaba en clase. Ese día me tocaba ir a casa de la iaia Filo, le hice prometer a Uriel que no dijera nada a Chamuel ni al ángel de la guardia del Tiet Josep. Pero en el momento que vi al Tiet Josep por el cementerio que estaba acercándose a casa de la iaia, crucé la avenida de Roma y estuve con él.

-      Tiet, ¿puedo decirte algo importante antes de ir a casa la iaia? Es un secreto entre tú y yo.- le dije.

-      Claro, ¿qué te pasa?- dijo el tiet Josep preocupado.

Le conté que había hecho pellas, se quedó sorprendido.

-      ¿Puedo quedarme a la tarde contigo? Es para hacer tiempo, mi padre no regresa al trabajo hasta las 3:30pm.- le pedí.

-      Si, no te preocupes, iremos a dar un paseo.- dijo sin pensárselo mucho.

-      Gracias. A la iaia, ni una palabra, ¿vale?- le pedí.

-      Vale.- dijo.

Llegamos juntos a casa la iaia, se sorprendió, pero fingimos que nos habíamos encontrado por el camino, como si el universo hubiese actuado a través de nuestros espíritus. La iaia como cada lunes, nos sirvió el almuerzo, me intentó hacer preguntas sobre el colegio, yo simplemente fingí, cada vez que lo hacía Uriel me miraba con cara de culpabilidad.

Me fui con el Tiet Josep como si me fuera a clase, la iaia no sospechaba absolutamente nada. Pero nos fuimos a dar una vuelta, subimos al Poquí y luego fuimos a su casa en Gràcia, me dejó en sus casa de finales del 1800 solita, porque quería ir a tomarse un café a Ca la mañana. De hecho él tenía planes, había quedado con su novio Rafel, por eso acepté quedarme en sus casa tan vieja, mirando la televisión.

El Tiet Josep, nunca le había dicho a nadie que era gay, pero una vez me lo dijo a mí en confianza, sabía que además tenía novio aunque él ya tenía 75 años, y su novio era cinco años mayor que él. Nunca habían salido del armario, ni salieron nunca del armario, principalmente porque Rafel estaba casado con una mujer llamada María, pero también al Tiet Josep le daba miedo lo que pensaban los demás de él si supieran que le gustaban los hombres. Sobre todo porque a mi abuela, no lo aceptaba, y nunca lo aceptó.

Mis padres ahora en la actualidad lo confirman, pero nunca tuvieron esa confesión que yo tuve directamente del Tiet Josep antes de que él muriera. (Lo siento por el spoiler pero está claro que no iba a tener casi cien años… ya hablaremos de ello en su momento).

Estando en la casa a solas, la televisión la apagué porque era tan vieja que no se veía muchas canales. El Uriel y yo empezamos a charlar sobre nuestras cosas, Gabriel seguía sin dar señales de vida, pero empezamos a escuchar sonidos extraños que venían del baño.

-      ¡Sh! ¿Has oído eso?- le dije al Uriel.

-      Algo pasa en ¿la cocina? – preguntó Uriel en susurrando.

En ese momento la puerta del baño se abrió sola, sin corriente de aire porque estábamos en Octubre y ya el frío se había presentado. Daba un poco de cague porque además estaba un poquito oscuro, pero nos levantamos y lentamente fuimos hacia el baño. Encendí la luz del baño, ok, no funcionaba. Era un baño sin ventanas, con los azulejos blancos en plan 1890 más o menos, era la casa dónde vivió él junto a la bisabuela Iaia Roser, con mi abuela y la tía Cristina, después de las inundaciones del año 1940.

Durante la inundación el agua del río llegó a medir más de 20 metros de altura de lo que suele ser habitual. Mi abuela, mis tio y mí tía, junto a mí bisabuela recién viuda, perdieron su casa, ya que vivían al lado de la salle por la calle San Antonio (la calle de atrás). Recuerdo que mí abuela, me dijo, que llovió tanto durante más de cinco días, que la gente iba en barca hasta la plaza, debido a que los pisos de esa calle tenían una estructura de madera, ella, junto a su madre y sus dos hermanos gemelos (Cristina y Josep), tuvieron que subir al tejado, porque el agua les entraba por el balcón y vivían en un primero. Al final, tuvieron que saltar de tejado en tejado, y cuando saltaban al otro tejado, el bloque de pisos que habían dejado atrás, se caía completamente para terminar bajo el agua. Mi abuela tenía solo 14 años y sus hermanos 11 años.


Luego decidieron ahorrar como pudieron y se compraron una casa en el barrio más alto de Manlleu que era Gracia. El tiet Josep se quedó la casa, de hecho cuando la iaia Roser murió, le dejó la casa al único varón que tuvo, porque las chicas ya estaban casadas y con hijos. La iaia Roser murió en el 1981 a la edad de 80 años.

Sentí una ráfaga de aire frío delante de mis narices.

-      ¿Quién hay ahí?- dije.

No recibí respuesta.

-      ¡Manifiéstate!- dije.

El armario que había encima del lavabo se cerró, dónde había un espejo, me podía ver pero detrás de mí, vi el rostro de mi bisabuela mirándome fijamente.

-      ¡Iaia Roser!- dije feliz.

Me giré y la vi delante de mí, llevaba el moño con el pelo canoso, un vestido negro (en plan la abuela de Cuéntame), siempre iba de luto por su marido que murió en el 1939, creo que al final de la guerra civil.

-      ¿Por qué les mientes a mis hijos?- dijo la iaia Roser con voz autoritaria y enojada.

-      No lo hago agrede, iaia. Pero… ¿sabes dónde está Gabriel?- le pregunté.

-      ¡No les mientas más! ¡Tú no eres así!- exigía.

-      ¿Y qué hago? ¿Me dejo romper?- le dije molesta.

-      Tienes miedo, y eso no te deja avanzar.- dijo seria y seca.

Le miré a los ojos a través del espejo, pero me giré, quise irme al sofá, noté la brisa a mi derecha, miré y a tan solo medio metro de distancia tenía a la iaia Roser.

-      Debes admitir que tú infancia es solo un recuerdo, ahora debes seguir adelante, pase lo que pase.- explicó la iaia Roser.

Era muy dura en sus palabras, siempre me habían contado que ella carecía del sentido del humor, pero hasta ese momento no comprendí que era así realmente. Aunque ella estaba en luz, siguió siendo así de exigente conmigo, porque estaba enojada por lo que había hecho. Uriel no se dignó a decir ni hacer nada, parecían que estaban los dos contra mí, así que me senté en el sofá y me puse la televisión a un volumen alto.

Cuarenta minutos más tarde, regresó el Tiet Josep, me enseñó el piso de arriba, y luego me fui a casa. Pensé que él me había fiado lo que había pasado esa tarde, pero no fue así, le contó a la noche a la iaia Filo lo que había pasado, pero se mantuvieron en secreto.

No volví al colegio, pasó el martes y el miércoles, hice lo mismo, hasta que recibí una llamada del tutor en casa, a una hora que todavía mis padres no habían regresado a casa. Fingí estar enferma de una gripe complicada, se lo creyó, pero cuando llegó el miércoles a la tarde, Uriel y yo nos fuimos a dar un paseo, Gabriel seguía sin dar señales de vida, así que no quería esperar más porque en el colegio ya sospechaban si era cierto o no.

Nos fuimos a la estación, y empezamos a ir hasta el puente del Tren, me quedé un rato allí mirando hacia Vic, en silencio.

-      ¿En qué estás pensando? ¿Qué hacemos aquí?- preguntó Uriel.

Respiré profundamente, y empecé a caminar por la vía hacia el puente del Tren, Uriel me agarró de la mano y tiró de mí para que no fuera, le miré.

-      ¡Suéltame!- le dije.

-      ¡No! ¡Es muy peligroso, está a punto de llegar el tren, Laia! – dijo Uriel con lágrimas en los ojos.

-      ¡No queda otra!- le dije.

-      ¿Te quieres suicidar? ¡No lo hagas por la gente de la clase! ¡Ni por nadie!- Uriel estaba desesperado.

-      No voy a hacer eso. Pero tengo que hacer esto. Confía en mí.- le dije.

Uriel me dejó de la mano, empecé a caminar y escuché que él iba detrás, me detuve, le miré.

-      Tú quédate aquí. Tengo que hacerlo sola.- le dije.

-      ¿Y si viene el tren?- respondió preocupadísimo Uriel.

-      Todo saldrá bien. ¿Confías en mí?- le dije.

Uriel dijo que si con la cabeza, le mostré una sonrisita, miré hacia la vía del tren y simplemente caminé por el puente del tren, hasta llegar al otro lado. Toqué el poste, cerré los ojos y esperé. Noté un impulso del corazón que me decía y me animaba a volver, lo hice, a paso tranquilo. De fondo, escuché el Tren, me detuve, mirando el río, para terminar respirando profundamente, cerré los ojos de nuevo, el tren se acercaba, y se acercaba, sonando la bocina, porque el conductor ya me había visto, y si no empezaba a correr, iba a ser mí último día en la Tierra.

Abrí los ojos, el Tren estaba solo a cinco pasos, miré a Uriel. El Tren volvió a tocar la bocina.

HR.

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viernes, noviembre 08, 2024

Es Simple... Pero Es Real...

 

Nunca espero nada de nadie, y la gente siempre acaba sorprendiéndome, sea para bien o para mal. No espero nada de nadie, no porque no la valore, sino porque la vida me ha hecho aprender que cada uno es único e irrepetible, y ¿quién soy yo para ponerle límites o expectativas a alguien si me baso solo en mis propios sentimientos? Las personas, necesitan tiempo para comprenderse, y a veces hay muchas personas que no entienden porque llegan a mí y se sientan, queridas, escuchadas y respetadas. No lo entienden, porque de dónde vienen, nunca lo han tenido, y aprendieron que para tener amigos, hay que faltarle al respeto a los demás, nunca debes escuchar las movidas del otro, y querer a alguien solo si realmente se lo gane.

¿No se fijan de dónde viene todas esas exigencias? Les daré una pista, ninguna viene del corazón, todas vienen del Ego, porque el miedo domina los sentimientos más puros que tienes en el corazón. Las domina, porque una vez, alguien te rompió el corazón y cómo te quedaste solo y abatido y nadie te quiso ayudar, aprendiste a desconfiar de los demás, y a pensar que los demás siempre querrán lastimarte. Pero es que ellos también pasaron por un proceso de romper el corazón, y desconfían de los demás, por eso dicen <una defensa a veces es un buen ataque>.

¿Saben porque el corazón se rompe en la adolescencia? Es muy simple, pero es real. Se rompe el corazón, para que valores ¿qué es amar? Solo en esta vida, me rompieron mil veces el corazón, pero cada día, valoro más lo que significa para mí AMAR, y lo más importante, sigo confiando y sigo amando a mí misma y a los demás. Lo sigo haciendo, porque todos estamos aprendiendo, y por ende, es importante valorar lo que sientes.

Una buena amistad, se valora a través de poner en una balanza, lo positivo y lo negativo de cada uno, hay que aceptar que todos tenemos una sombra, virtudes y defectos, pero todo puede ir cambiando, porque cada día aprendemos algo nuevo y eso cambia nuestro enfoque en la vida. Valorar si compensa o no, es ponerte a analizar las virtudes y los defectos de esa persona y preguntarte ¿qué me aporta esta persona para que la ame y siga a mí lado? Da igual si es una amigo, o simplemente el amor de tú vida.


He aprendido a hacer esto, después de que en realidad tuve una amistad importante, cuando ya tenía más de veinte años. Todo lo que tenía antes, eran amistades que se hacen en el colegio, las quiero y eso, pero todos sabemos que no nos hubiéramos hecho amigos, sino hubiesen llegado a ser compañeros de clase. Aunque alguno, si, pero la mayoría ocurrieron porque el universo juntó las piezas de este modo.

He tenido que caminar sola por tanto tiempo, que incluso tenía celos de las personas que tenían amistades de toda la vida, y no eran capaces de valorarlo. Mientras que los demás, podían compartir sus cosas con sus amigos, yo deambulaba por las calles, acompañada de Uriel, un arcángel que vive en otra dimensión, pero lo elegí antes de nacer para ser mí ángel de la guarda, lo que no se esperaba ni él ni yo, que al final nos hiciéramos amigos íntimos. Llegar a tal punto que él me invita a las fiestas de cumpleaños de sus dos hijos de Jericó y Artzariel.

Durante tanto tiempo, he pensado que la soledad era algo realmente horrible, sobretodo cuando no quieres estarlo y todos te dan la espalda. Pero con el tiempo he comprendido, que tenía que pasar por ello, para aprender a valorar más las cosas, y algo que no me arrepiento de haber hecho, es que el hecho de tener a Uriel y poderlo escuchar y además, poder viajar a otras dimensiones, no es una excusa para imaginarme un mundo dónde sí se me quiere, porqué sé que aquí se me quiere muchísimo. Sino que tenía que sentir esa soledad no buscada, para conectar con algo que a la humanidad le aterra, CON EL ESPÍRITU.

Más allá de las creencias religiosas, perdí todas mis creencias al sentirme tan sola, y en muchas ocasiones me preguntaba ¿por qué me abandonan? ¿Por qué me abandonas dios? Ya que el dios de la religión católica, no acaba de encajar en mí, no era el mismo que yo había conocido en aquella boda, cuando tenía seis años y me proponía que trabajase para él ya sin tener que esperar a los ocho años como dicta la ley de los despertados.

Mi relación con el ESPÍRITU empezó tan pronto, que simplemente ocurrió. Me sentí vacía para tenerlo absolutamente TODO. Dejé de tener expectativas, para sentir el verdadero camino del ESPÍRITU. La fe empezó a crecer muy fuerte cada día, y el mundo que ahora sí quieren que esté, lo siento con casi los mismos ojos que sentía Jesucristo cuando anduvo por aquí.

Es simple…. Pero es REAL.

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HR.

HERO&Corporation.


martes, noviembre 05, 2024

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 204 [3T]

 

El primer día de clase, entendí mal la hora de entrar, pensé que tenía que entrar a las 7:30am y en realidad eran todos los días a las 8:30am (media hora antes que en la primaria), vaya madrugonchis cada día, y yo no rindo a las mañanas. Cuando vi la hora me quedé una hora sin hacer nada, esperando a que fuese la hora adecuada para irme, desayuné mi cola-cao y me fui super contenta y feliz a mí primer día de clase ya como estudiante de SECUNDARIA.

Me sentía tan mayor, que pensaba que la mayoría de edad estaban a la vuelta de la esquina… aún me faltaba un poquito más… pero me sentía muy grande. Los estudiantes de primero y segundo tenían que entrar por la puerta del pabellón de la Salle, así que había que ir la calle de Xauxa hasta el final de todo, luego girar a la derecha y entrar en una puertecilla tras subir dos escalones y bajar uno tras pasar la puerta.

Entrabas dentro del pabellón, no sabía a dónde tenía que ir, simplemente seguí a la multitud, no vi ningún profesor ni nada que nos orientase. La gente al lado de las ventanas había tres escalones, fui para allá y llegabas al pabellón, luego todo recto hasta pasar la puerta, para llegar al patío de fuera. Allí me encontré con la Saida nos dimos un abrazo, estaba muy feliz de volver a verla, ella también.

-      Saida, si el profe nos deja sentarnos como queramos, ¿te quieres sentar conmigo?- le pedí.

-      Si, claro que si, Laia.- dijo ella.

Nos quedamos allí a charlar un poco, y a les 8:30am sonó un timbre nos asustamos, era uno muy diferente al que estábamos acostumbrados. En el Carmen te avisaban con música o con el sonido de la campana, pero eso parecía más una bocina de auto que un timbre todo plastificado. La gente se fue hacia las dos puertas que daban lugar a los dos edificios en forma de L, pero los que estábamos en primero no sabíamos dónde teníamos que ir, hasta que vimos a los profesores que nos dijeron que nos quedásemos y nos pusiéramos por clases.

Por orden de clases, entramos en la puerta que había delante de nuestras narices a la derecha, era una puerta gris, que daba a unas escaleras antiguas, las paredes eran de mármol con dibujos de flores azules, esa parte supe más tarde que le llamaban la zona de la patronal. Antiguamente era un edificio aún más antiguo y solo existían las clases que habían a la izquierda, pero nuestra clase estaba en la parte nueva, subimos un piso y doblamos a la derecha, era una curva muy cerrada, porque había que girar y volver a girar nada más entrar, el pasillo hacía forma de U. Entrabas directo al pasillo de primero, la primera clase era la del C, la segunda la del B y la del final antes de la bajada, era la A.

La clase eran mesas separadas pero puestas de dos en dos, haciendo cuatro bloques de cuatro filas y algunas de cinco. Las mesas y las sillas eran blancas, y al final, tanto a la derecha como a la izquierda estaban las taquillas, algo nuevo y muy importante, eran amarillas (en mi tiempo eran así, ahora son verdes). Uno intentó sentarse, pero Josep no le dejó, le dio un bol con papelitos y los tuvo que repartir por las mesas, así fue como sortearon nuestros sitios.

-      ¡A la mierda sentarme con la Saida! – susurré, noté como Uriel me daba la manito.

-      La tendrás cerca, no te preocupes. – dijo Uriel.


Tenía razón, me tocó sentarme en el segundo bloque en la tercera fila, al lado a mi izquierda me tocó la Judit (la otra), y atrás de mí estaba la Saida sentada con la Clara. Me preocupaba que no estuviera cerca de mí la Saida, no simplemente por nuestra amistad preciosa, sino porque sabía que tenía que ayudarla a comprender lo que íbamos a aprender en clase. A pesar de que ya era muy espabilada ella, aún necesitaba mi ayuda.

Josep agarró un papel de su carpeta, la clase tenía algo distinto a lo que estábamos acostumbrado, la mesa del profesor estaba cerca de las ventanas, y encima de una tarima que rodeaba toda la pizarra.

-      En este papel, tengo la lista de los alumnos que tendrán que ir a NEES.- dijo Josep.

-      ¿NEES?- preguntó un alumno.

-      Educación especial o de integración de inmigrantes.- dijo Josep.

Giré la cabeza y miré a la Saida. El tutor empezó a dar nombres, y el tercero fue el de la Saida. Me alegré así estaría atendida tal y como ella merecía, pero pensé que sería como en el Carmen, solo en algunas materias y el resto en clase.

-      A los que he nombrado, ya pueden agarrar sus cosas, que les están esperando en el piso de arriba. A partir de ahora, solo bajaran aquí para Tutoría, Religión y Gimnasia.- dijo Josep.

-      ¿Cómo?- susurré asombrada.

<no, no, no…> miré a la Saida, agarró sus cosas me miró con cara de tristeza y se tuvo que ir junto a cuatro compañeros más. Para mí el tiempo se detuvo en cuanto la puerta de cerró de golpe, necesitaba asimilarlo, no tenía amigos en clase, miré a la clase, todos completos extraños, aunque algunos compartía estancia desde la guardería como era al caso del Nil y el Aleix.

De pequeña era tímida, pero eso me volvió aún más tímida. Noté como Uriel que estaba agachado a mi derecha me agarraba con fuerza la mano, reposó el brazo en el respaldo de la silla. Quería llorar, pero no me quería ver débil.

-      ¿Qué está pasando, Dary?- le pregunté ya mosqueada.

-      Tú última tutora dio una reseña horrible sobre tus amistades, y los de la Salle decidieron dividirles. – dijo Uriel arrugando la frente, se le veía preocupado no le sacaba el ojo de encima al tutor.

-      ¡¿qué?!- susurré pero sonó algo alto, vi como la Judit me miró y tuve que disimular.

Miré al Josep, curiosamente me estaba mirando con una mirada rara, como si estuviera disfrutando de ello. Ok, me estaba desafiando.

No tiré la toalla, pensé que quizás con las chicas del Pompeu podría intentar tener amistad, incluso con la Eva. Pero me di cuenta de que la Eva no era mucho de hablar cara a cara, cambiaba un poco entre el Chat y cara a cara, era tímida como yo, lo comprendí lo intenté pero no había manera y al final ya hizo amistades. Con la otra Judit, había momentos en clase que no entendía lo que se tenía que hacer, y le preguntaba, pero ni puto caso me hacía. Con la Clara pasó lo mismo, con todos los de clase ocurrió lo mismo, nadie me hablaba, nadie me ayudaba… me quedé solita completamente.

Pasó un mes… y entré en un bucle de soledad forzada que no sabía cómo salir de ello. Veía a Uriel hacer esfuerzos muy fuertes para intentar ayudarme a que no perdiera las fuerzas, que pensara que sería temporal y que algún día haría alguna amistad. Porque en el patio el Sergi dejó de hablarme, el Gerard igual, y la Saida estaba con sus amigas también musulmanas, hablaban en su idioma y yo simplemente me iba con Uriel a algún lado a sentarme para desayunar tranquila e intentar respirar un poco de tanta crueldad en clase.

La cosa cambiaba un poco, cuando iba a refuerzo de catalán, español y matemáticas, el ambiente era un poco más armonioso y podía seguir con el Gerard que iba también con nosotros. Todo el mal estaba hecho, porque Gerard no sé qué mosca le picó, pero dejó de hablarme y solo lo hacía una vez cada tres meses. El Sergi estaba en NEES.

Los profesores no hacían nada, su clase, con sus favoritos y los demás… les importaban una mierda. Empecé a suspender casi todo, y solo me daban sermones “deberías estudiar más y hacer la tarea” pero nunca, repito, nunca intentaron hacer nada para cambiar el ambiente de clase. Hubiese estudiado más si en clase me sintiera amada, pero ir a clase todos los días, era peor que haber matado a alguien y estuviese cumpliendo condena a cadena perpetua.

Mis padres, veían las notas, y en vez de preguntarme “¿qué te pasó?” me daban la charla y me castigaban.

-      ¿Ni mis padres, Dary?- dije ya cuando reventaba en la habitación a llorar con Uriel.

-      Nos tienes a nosotros, amor. Siempre puedes contar con todos los ángeles del universo para ayudarte. Nosotros no te dejaremos atrás, te amamos. – Uriel intentaba consolarme, pero también veía su enojo hacía las personas que me trataban super mal, y sus lágrimas de rabia.

-      ¡Quiero que venga Gabriel en clase también contigo!- exigí.

-      De acuerdo, yo le llamo. – dijo Uriel.

-      Hasta que no llegué, yo no vuelvo a clase.- le exigí.

-      ¿Cómo que no vas a clase? Mañana es Lunes. – dijo Uriel sobresaltado.

-      ¡No pienso ir a clase sin Gabriel!- le dije con los brazos cruzados en el pecho.


Uriel agarró sus anillos y llamó a Gabriel, pero no le respondía, siguió durante toda la noche, pero nada. Resulta que tenía una misión y no podía ni responder a las llamadas de los anillos. Llegó el Lunes por la mañana, mi padre me despertó, me senté.

-      Amor, tienes que ir a clase. Hablo con Miguel y que nos deje guardianes de su unidad…- dijo Uriel.

-      ¿Viene Gabriel?- pregunté.

-      No le puedo localizar, está en una misión.- informó Uriel.

-      Ok. Pues sígueme el rollo, ¿ok?- le dije.

-      ¿Qué vas a hacer?- Uriel se preocupó por mí.

Me preparé como si fuera a clase, salimos de casa, a Uriel se le fue quitando esa preocupación de la cara, pero cuando llegamos a la otra calle, me detuve y empecé a espiar viendo la puerta de mí casa.

-      ¿Qué haces?- preguntó Uriel.

-      Esperando.- le dije.

-      ¡Llegaremos tarde al colegio! – exigió Uriel.

-      ¡Me da igual, hoy no voy!- le dije.

-      ¿Cómo que no vas? ¿Vas a hacer pellas?- dijo Uriel sorprendido y preocupado.

-      Si.- dije.

Mi padre salió de casa, me escondí esperé unos segundos y volví a mirar, le vi cómo se iba por la otra calle, al desaparecer, volví a casa y me puse a ver dibujos y cosas en la tele durante toda la mañana. Esa fue la primera vez que hice pellas en clase.

-      No, no, esto está muy mal, muy mal… malísimo… estás engañando a tus padres, mintiendo al colegio… mal, muy mal… Laia, amor. ¡Va… vamos al colegio! Aún tenemos tiempo de decir, que nos hemos dormido… pero ¡vamos al colegio!- decía Uriel estaba tan preocupado que daba vueltas por la salita de estar intentándome convencer pero yo ya había tomado la decisión.

HR.

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El Espejo De Mí Vida - Capítulo 205 [3T]

  Sabía que me jugaba algo grave, nunca les había mentido a mis padres, ni les había hecho algo parecido jamás. Pero yo no podía volver a ...