La mirada de Gabriel se quedó clavada en mi retina ya cuando era difícil de verlo, con tanta gente y ese olor que mareaba. Notre Dame era realmente grande con pasillos largos, entramos por el lado derecho, estaban dando misa en francés, pero los turistas en silencio sin molestar mucho por los rezos que se estaban haciendo, paseaban con cautela por esos pasillos laterales, lentamente hasta llegar al altar que estaba vallado con una valla de hierro forjado en negro.
Aunque estaban rezando, solo podía escuchar gritos y más gritos de mucha gente gritando de dolor, empecé a marearme fuerte, las piernas no me acompañaban y todo se movía de lado a lado, como si estuviéramos en un barco en mala mar. Entonces, empecé a ver un fuego y alrededor había como gente gritando de dolor, era tan duro, aunque en realidad la gente solo rezaba y ese fuego solo estaba en mi retina y no en la realidad, era muy duro y sufría mucho.
- Gabriel…- dije sin aliento, empecé a llorar pero sin emitir sonido alguno, tenía mucho calor, esos gritos no cesaban, miraba hacia arriba a los cuadros y vi que se estaban quemando.- ¡Ayúdame!- susurré.
Me tropecé hacia atrás, en un momento en que mi padre me había dejado la mano, no me di cuenta de que había algo en el suelo. Antes de caerme de espaldas contra el suelo, noté como unos brazos me agarraban fuerte por la cintura y una mano me sujetaba la nuca con cuidado. Cuando miré hacia la izquierda, vi al arcángel Gabriel, le sonreí, le acaricié la mejilla derecha.
- Te sacaré de aquí- dijo preocupado.
Me incorporó, sin dejarme.
- ¿Puedes caminar o te llevo? – preguntó.
- Camino.- le dije.
Gabriel me ayudó a ponerme de pie, sin soltarme en ningún momento fuimos detrás de mis padres, que regresaban hacia la puerta principal. Giré la cabeza hacia la derecha y vi un candelabro con ceniza que ardía y apestaba mucho (más tarde supe que eso era el botafumeiro). Aclaro una cosa, mi padre se había dado cuenta de que me había soltado, pero como iba detrás de ellos, pues no se preocuparon tanto.
Una vez a fuera en la calle, empecé a toser como si hubiese estado en un incendio, aún me sentía confusa de lo que había pasado allí a dentro, pero mi corazón estaba bastante alterado y mi cabeza me repetía “¡No vamos a volver a entrar nunca más!”. La catedral estaba bien, no sabía bien lo que había visto, así que aprovechando que mi padre volvió a entrar para acompañar a mi abuela y mi madre nos quedamos a fuera a esperarles, ya con las fuerzas necesarias para volver a caminar…
- ¿Qué ha pasado allí a dentro, Gab? ¿Por qué se estaban quemando cuadros y la gente gritaba de dolor?- le pregunté.
- ¿Cómo dices? Laia, no hay ningún fuego, ni gritos, solo están haciendo misa y pasando el botafumeiro. – informó.
- ¡Lo he visto! Fuego por todas partes, el techo se derretía, y todo se quemaba, y esos gritos cortaban el alma en mil trozos. – insistí.
No lo sabía, ni los ángeles tampoco, pero esas imágenes fueron de una visión del momento en que se quemó en 2019 Notre Dame. 16 años antes, sabía de algún modo que eso iba a ocurrir, esos gritos no sabía qué significaban exactamente, pero ya hablaremos de ello cuando nos toque hablar a su debido momento.
- Uriel, tendremos que avisar a los ancianos de esto. – escuché la conversación a posta que mantenían Gabriel y Uriel, mientras pensaban que yo no les escuchaba, cuando ya estaba con mis padres caminando hacia la siguiente parada.
- Mandaré una carta urgente esta noche, si es cierto eso, el cambio se va adelantar. – comentaba Uriel sorprendido.
- Eso parece, aunque no sabemos exactamente cuando. – dijo Gabriel.
- ¿Tienes algún que otro testigo que haya visto algo semejante?- le preguntó Uriel.
- No, pero hay una posibilidad bastante grande de que eso acabe pasando.- respondió Gabriel.
- ¿Habrá leído el futuro?- preguntó Uriel casi sin palabras.
Esperaba la respuesta, pero miré hacia atrás y Gabriel se quedó mirándome, sonrió y caminó hacia mi derecha para estar caminando al ladito, dejaron de hablar del tema hasta que llegamos en uno de los puentes del río Sena. A veces cuando estoy con los arcángeles, me siento en casa, pero esa mirada de Gabriel y ese comentario no me hicieron sentir bien, ¿leer el futuro? Uriel lo había comentado como si eso no debiera ir conmigo, pero lo cierto es que muchos Agarthianos leen el futuro y no les dicen nada, pues todo lo contrario, les preguntan cosas. ¿Por qué Uriel no?
Después de cenar en el bufet libre del hotel, la guía nos hizo subir en un autobús para hacernos una ruta nocturna por la ciudad. ¡Qué maravilla ver la Torre Eiffel iluminada! Me sentía algo cansada por todo el viaje, había sido un día muy largo pero muy intenso al mismo tiempo. Recuerdo que después de bajarnos al parque que hay delante de la Torre, en el autobús nos fuimos hacia el hotel, y mientras que íbamos hacía allí, me quedé reflexiva mirando por la ventana, apoyando la mejilla izquierda en el cristal, pensando en Notre Dam.
Mi abuela días antes, me había hablado de esa catedral hermosa, pero jamás pensé que mi experiencia sería tan horrible, quería darle una segunda oportunidad, pero el universo no estaba de mí parte y no volvimos a entrar más en todo el viaje (y nunca más tuve la chance de volver a entrar allí). Esa noche dormí sin ningún problema, caí redonda o cuadrada, no me acuerdo bien en la cama con el pijama, hasta que la abuela puso el despertador a las siete de la mañana. A las ocho y media de la mañana teníamos que estar con la guía porque iríamos al Lovre. Mi abuela necesitaba una hora para despertarse, yo con veinte minutos, ya me apañaba, y después fuimos a desayunar en el hotel.
Antes de irnos a desayunar, me fui al baño a hacer mis cosas, cerré la puerta y me fui a lavar la cara con agua fría para despejarme mejor, a la que me sequé con la toalla y volví a mirarme en el espejo, pegué un grito al ver a Gabriel dentro del baño. Mi abuela ni se percató, por suerte, me giré para mirarle.
- ¿Qué haces aquí dentro? ¡Por favor, respeta mí intimidad!- le susurré algo arisca.
- Disculpa, pensaba que no estarías aquí. Tengo que hablar contigo, es importante. – dijo Gabriel se acercó a mí y se agachó para colocar sus dulces manos encima de mis hombros.
- ¿Qué pasa?- le dije suspirando.
- Tenemos que irnos ahora, es importante que vengas conmigo, mi amor. – exigía Gabriel.
- ¿Ahora? ¡Tengo que bajar a desayunar!- dije.
- Ni se van a dar cuenta de que te hayas ido, está todo pactado, el tiempo nos ayudará, pero tienes que venir conmigo, te quieren ver de urgencia. – insistía Gabriel.
- ¿Quién?- dijo curiosa arqueando las cejas.
- Los ancianos. Acaban de pedir una audiencia contigo en el despacho, y no podemos rechazarlos, es muy importante, el futuro de la humanidad depende ahora mismo de ti y de mí. ¿Comprendes? – dijo Gabriel, se puso bastante dramático como buen Géminis que es.
Cerré la puerta con pestillo, no le pregunté si mi abuela se preocuparía por estar tanto tiempo en el baño, simplemente confié, le agarré de la mano pero Gabriel me agarró en brazos y a nuestro alrededor apareció una luz blanca muy potente que dañaba un poco mis ojos.
- Es mejor que cierres los ojos, esta parte podría dejarte ciega. – comentó mientras me tapaba los ojos con una de sus manos.
Cerré los ojos, pero poco a poco, los fui abriendo, mis ojos se fueron adaptando a esa energía. El baño del hotel no tenía ventanas, así que esa luz no sabía de dónde salí ni siquiera sabía si seguíamos en el baño, porque todo era blanco pero podía percibir que hacía un poco de viento que agitaba mi cara suavemente. Entonces, escuché las alas de Gabriel que se movían, así supe que estábamos volando, yo solo veía blanco tanto arriba, a los lados y abajo.
- ¿Dónde estamos?- le pregunté.
- En el túnel de luz blanca, así es como nos trasladamos muchas veces los ángeles, es decir, cuando ustedes nos llaman y vamos a cualquier lado del tiempo y el espacio, creamos este túnel de color y nos aparecemos en el lugar que nos llaman. – respondió tranquilamente Gabriel.
- ¿Conmigo?- pregunté sorprendida.
- Si, no suelo llevar acompañante y mucho menos humana, pero si. – respondió.
- ¿Por qué?- pregunté por lo de “humana”.
- Se supone que no aguantarían el tele-transporte a nivel biológico. – comentó.
Cuando estás en esa luz, tu tiempo se paraliza, es decir que dejas de “envejecer” y de “crecer”, es como poner pausa en el tiempo de la vida. Por eso para los humanos es perjudicial a nivel biológico (sobretodo en mujeres fértiles) se puede perder la sincronicidad del periodo y puede provocar problemas de índole hormonal. Es una energía tan potente que para seres que aún no se reconozcan como parte de Dios y del universo, pueden causarle secuelas hormonales y emocionales graves. Por eso los seres de luz no suelen entrar en los cuerpos de los humanos, sin el consentimiento del humano y además haciendo un estudio previo de la energía que emite el humano que va a permitir tal canalización, porque le pueden lastimar mucho.
Se sentía tanta paz, que lloraba de emoción, era como de repente la tristeza desapareciera del todo de la vida y el sufrimiento, básicamente lo que suele sentir un paciente al borde de la muerte, ese Nirvana que tanto ansia regresar, porque el mundo que le rodea es demasiado hostil.
- ¿No soy humana?- le pregunté.
- ¿Tú lo crees? – me miró, arqueó las cejas y medio sonrió.
- No entiendo.- le respondí, pero Gabriel se puso a reír.
El túnel de luz se fue disipando lentamente, escuchaba hablar a muchas personas, poco a poco empecé a ver una gran sala cristalina con una cúpula circular en plan gótico hecha también de cristal, dónde se podía ver el cielo y dos planetas bastante cerca orbitando alrededor.
- ¿Dónde estamos?- le pregunté, aún estaba en los brazos de él.
- ¡Bienvenida a la ciudad de los Ancianos! – respondió Gabriel.
¡Joder! ¡No podía ser!
- ¿Venus?- pregunté sorprendida.
Gabriel dijo que si con la cabeza. ¡Dios!
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