Apreté el freno de la rueda de atrás, pero no funcionaba, la
cleta no frenaba, y yo estaba bajando una loma a 50km/h (o esa fue la sensación
que me dio). Lo duro es que la bajada de la loma no era recta, veía una cabaña
medio destrozada dónde el camino le obligaba a doblarse a la derecha, y yo solo
veía que terminaría dentro de esa cabaña y mi espíritu en el mundo de los
muertos. Así que cerré los ojos y no sé qué hice con la mano izquierda, apreté
el freno de la rueda de delante, y la cleta freno, pero eso levantó la cleta
por completo y empecé a volar literalmente sin esta vez cuerdecita que me
sujetara a algo seguro. Abrí los ojos y como si fuera en cámara lenta, vi cómo
me acercaba a la cabaña, y me iba a matar allí mismo.
No grité. Por muy raro que les parezca, no grité en
absoluto. Simplemente aceptaba mi destino, intentaba despedirme de este mundo,
con algunas imágenes de lo que había vivido, curiosamente todo eran imágenes de
Gabriel, que raro…
Entonces, noté como algo o alguien me sujetaba fuerte,
pasaba uno de sus brazos por la cintura, con la otra mano me rodeaba la cabeza
para terminar en el pecho de alguien, y empezamos a dar vueltas de campana en
el aire, noté una de sus manos que me agarraba la nuca con cuidado, delante de
mis narices, notaba el roce de la nariz del arcángel Gabriel, dónde detrás suyo
podía ver sus alas perfectamente cómo nos rodeaban impidiendo ver el camino, la
cabaña y lo que estuviera sucediendo allí fuera de esa imagen angelical. Sus
ojos verdes se clavaron en los míos, estaba literalmente fusionada en su
cuerpo, su torso perfecto, sus piernas ejercitadas, literalmente eso era
sentirse protegida a los brazos de tú arcángel protector. ¡De película,
señores!
Me aferré como a un monito a la túnica blanca que llevaba
Gabriel, sin poder dejar de mirarle a los ojos, mi corazón iba a mil por hora
(supuse que era por la adrenalina del momento, pero había algo amoroso en esa
parte que desconocía). Su mirada, tan tierna, suave, delicada, amorosa,
penetraba en cada rincón de mis células ópticas a través de los lentes, eso me
provocaba respirar con demasiadas pausas, se me cortaba el aire al entrar en
los pulmones ¿había muerto de verdad? Porque si eso era el paraíso, ¡firmaba
ya! Esa luz penetrantemente blanca con tones dorados por las puntas de sus
alas, iluminaba su rostro y el mío, tenía sus labios tan cerca que podía notar
su respiración.
Entonces, noté mi espalda rocas, tierra, arena, gravilla…
estaba frenando las vueltas de campana, hasta que Gabriel retiró sus alas y me
frenó sin ningún rasguño, aunque todavía estaba terminando de girarme, justo en
ese momento el codo izquierdo tocó ligeramente una roca que había en la
gravilla, y entonces noté un dolor por todo el brazo que no pude evitar gritar.
Solo fue como electricidad, y solo grité un momento y ya. Gabriel se me quedó
mirando con sus ojos de preocupación e inspeccionó el brazo, porque con la otra
mano automáticamente lo sujetaba porque si movía el brazo izquierdo veía las
estrellas literalmente.
-
¿Te
lastimaste, mi amor? ¿Dónde te duele? – dijo preocupado Gabriel, con la
mano que tenía en la nuca la dejó y descansé la cabeza encima de la gravilla,
mientras que él revisaba el brazo.
-
¡Duele mucho!- susurré de dolor.
-
¡Tranquila
mi amor… avisaré a Hilaríon! – dijo, se retiró un poco para dar paso a la
monitora Alicia que vino hacia a mí corriendo.
-
¿Estás bien?- dijo Alicia muy preocupada.
-
¡Me duele el brazo!- dije quejándome.
Alicia comprobó que no podía moverlo y decidió que teníamos
que caminar hasta el final de la primera etapa para tener un auto. Ella llevó
las dos cletas y yo caminaba lentamente, Uriel estuvo a mi lado cuidándome para
que no moviera el brazo. Finalmente el auto Jeep del Anigami vino a mi rescate
y me enviaron al hospital general de Vic a urgencias.
Podía haberme matado, pero solo me hice un pequeño corte
interno en el inicio del hueso húmero allí dónde está el codo, simplemente
porque para terminar de frenarme en vez de ser ligero como una pluma, fui
pesado como el plomo y toda la energía de esas vueltas de campana y de la
bajada se concentraron al golpearme el codo con esa roca que había en la
gravilla. Ni me lastimé nada más, incluso ni un rasguño, solo el brazo roto que
me tuvieron que yesarlo desde los deditos hasta cerca del hombro. ¡Otro
veranito más sin pileta!
Es que ni me golpeé, fue como una pluma posándose encima de
la roca y solamente con eso, la roca se rompiese en dos. Los receptores de mis
articulaciones están programados para amortiguar golpes de este tipo, pero
fallaron, es algo que practicamos constantemente en entrenamientos dentro de la
Orden de San Miguel Arcángel. Solemos saltar y hacer cosas a gran altura que si
no usásemos eso, no tendríamos piernas, ni brazos, porque nos hubiésemos jodido
todas las articulaciones y estaríamos obligados a vivir en silla de ruedas.
Este procedimiento se le llama desprogramación
de ADN articular o como algunos lo llamamos comúnmente ágil como una pluma, fuerte como un toro y astuto como un lince.
En la radiografía se veía como si un pelo hubiese penetrado
en la foto, porque se veía tan pequeño que costaba de adivinar, de hecho me
tuvieron que repetir la radiografía dos veces, al ver que no era problema de la
máquina supieron que debían hacer. Mientras esperaba sentada en una silla de
ruedas en el pasillo, con hielo en el codo para bajar el hinchazón, veía a los
médicos de la rotonda hacer sus trabajos, estaba acompañada de la monitora
Isabel que se quedó a cuidarme hasta que viniese un familiar.
Curiosamente el primer familiar que vino, fue mi abuela, era
raro porque tuvo que agarrar el bus para llegar a Vic, bajarse en una parada y
caminar hasta urgencias. ¿Cómo era posible que llegase antes que mi madre que
todavía no laburaba, de hecho solo hacía prácticas? En ese tiempo, urgencias
estaba bastante lleno pero no existían los recortes de sanidad de ahora, y si
estudiabas para ser médico era una buena carrera con futuro, además de
asegurarte una economía interesante si eras bueno en lo tuyo. Al ver a mi
abuela me pusé muy contenta, ella me vio y literalmente se lanzó a darme un
abrazo, la iaia Filo era espectacular, siempre allí en lo bueno y en lo malo,
¡qué maravilla!
La tuve que calmar contándole lo que había pasado, eso si,
nadie supo que Gabriel me había salvado literalmente la vida. Pensé que sería
demasiada información confidencial, así que ya que Alicia no vio a Gabriel en
medio, hice como los demás, eludir esa parte, aunque yo tenía esas imágenes muy
recientes, se me escapaban las lágrimas sin saber el motivo exacto, yo pensé
porque no estaba destinada a morir, Dios no tenía esos planes para mi ese día.
Pero ahora las cosas son diferentes, señores, y fue a partir de este accidente
dónde la relación con Gabriel empezó otro peldaño distinto entre los dos.
-
Si me permite, voy a buscar un café a la
máquina, ¿quiere algo?- le dijo Isabel a la abuela.
-
No, gracias.- respondió la abuela.
-
Si hay alguna pastita de chocolate, por favor…-
le pedí.
-
Claro.- respondió Isabel y se fue a ello.
El médico no me prohibió tomar nada si tenía hambre, de
hecho era la hora de comer y había mucha hambre. La abuela se sentó en la silla
que había dejado Isabel vacía, y a mis pies, tocando mis rodillas estaba
agachado Gabriel mirándome directamente a los ojos con su mirada perfecta que
algo menos preocupado estaba, aunque noté sentimientos de culpa.
Una enfermera empujó la silla de ruedas para que entrara en
la habitación, me puse de pie y me senté en la camilla, me tumbé, mientras que
otros enfermeros recolocaban el brazo con hielo encima de una mesita, me
estaban preparando para ponerme el yeso, pero no vi a Hilaríon en ningún
momento.
-
¿Vendrá Hilaríon?- le pregunté a Gabriel.
-
No, él no
puede, pero dice que enviará a alguien de confianza. – respondió Gab.
-
¡No te vayas Gab!- le dije mostrándole la otra
mano que agarró directamente.
-
Estoy
aquí. – respondió Gab.
No veía a Uriel por ningún lado, y por primera vez, no me
importó. Isabel entró para despedirse, pero le pedí que se quedara porque la
abuela no quería quedarse solo estaba esperando a que vinieran mis padres para
irse a comer. Isabel tuvo que irse porque cuando llegó el médico, desalojó a
todos mis acompañantes, excepto Gabriel que no le veían, él se quedó, me agarró
la mano buena con firmeza. Recordaba que poner el yeso no dolía, así que sería
algo relajado y pasaríamos un buen rato como la otra vez, pero la verdad es que
todo fue muy distinto. El médico ni me miró, era un señor de 40 años que estaba
como enojado por interrumpir su comida, venía de que el jefe le diera la
bronca, porque tacto, no tuvo NADA.
Solo recuerdo dolor y muchos gritos, de hecho parecía que en
realidad estuviera pariendo en vez de lo que estaba pasando, le destrocé la
mano a Gabriel que no la soltó en ningún momento. Dolía mucho no simplemente
porque no tuvo tacto y me tuvieron que agarrar con cuatro personas, sino que a
su vez, la fractura era muy dolorosa.
Finalmente me desmayé del dolor, no me dieron nada para eso,
y me desperté ya en la habitación del box.
-
¿Qué hago todavía aquí?- le pregunté a Gabriel
que estaba sentado en la silla de acompañantes.
-
El médico
quiere dejarte esta noche en observación, porque piensa que te diste un golpe
en la cabeza. – dijo Gabriel que se levantó y se acercó a darme un beso en
la frente.
Mamá y papá aparecieron por fin en la habitación, creo que
era de noche, porque me trajeron la cena, había estado mucho rato inconsciente,
de las dos del mediodía a las siete de la tarde que solían repartir las cenas a
esa hora. Miré a mi izquierda, vi el yeso con una malla encima que estaba
agarrada a un hierro que me obligaba a mantener el brazo apoyado del codo a la
cama pero los deditos hacia arriba. Cené y después recibí visita de los
monitores del Anigami que se habían preocupado mucho por mi, vinieron todos,
¡qué sorpresa!
-
Hemos venido a decirte, ya que no puedes actuar ni
trabajar en el día del show, te invitamos a que vengas tú y tus padres a ver el
show mañana a las cinco de la tarde. ¿Te apetece venir? Por supuesto, que tus
padres irían gratis.- dijo el Pelado.
-
¡Si, genial! Pero ¿puede venir mi abuela también?-
le pregunté.
-
Claro.- respondió el Pelado.
Fue bastante difícil poder dormir con un brazo en alto, sabía
que no me había golpeado la cabeza pero los médicos no estaban tan seguros, por
eso tuve que quedarme una noche en el box del final del pasillo, a mano
izquierda. Mi madre se quedó conmigo a dormir en urgencias, en un sillón que
era muy incómodo, a mi no me dejaban ni levantarme de la camilla. Me desperté
varias veces porque mi madre roncaba y no me dejaba dormir, entonces vi a Gabriel
a mi izquierda que comprobaba el vendaje con ojos preocupados.
-
¡No ha
salido como esperaba!- susurró.
-
No es nada, Gabriel. Mejor esto, que haberse
roto la crisma. Sin ti ahora mismo creo que no estaría hablando contigo, o quizás
si, pero ya dejando atrás mi encarnación. ¡Me has salvado la vida y por eso te
debo mi corazón!- le confesé contenta y algo emocionada.
-
¿Por qué
no viste que no funcionaban los frenos? – me preguntó ignorando mis
palabras.
-
No lo sé. Funcionaban mientras subía, pero de
repente, dejaron de funcionar.- le dije.
Gabriel alzó la mirada y me miró con sus ojos verdes
directamente a los míos, dentro de mi corazón noté el latido más fuerte que
nunca. Se acercó más a mi cara sin despegar su mirada de mis ojos, creando ese
vínculo de sinceridad que se creaba entre nosotros, y entonces lo dijo, algo
que me dejó desangelada.
-
Esto no ha
sido un accidente, alguien te ha querido matar.- dijo Gabriel.
PD. Lo sentimos que la semana pasada no publicamos nada, estabamos de vacaciones. Pero hemos vuelto.
Recomendación: El mañana es hoy - Prime Video (Buenisima).
HR.
HERO&Corporation.