El primer día de clase, entendí mal la hora de entrar, pensé
que tenía que entrar a las 7:30am y en realidad eran todos los días a las
8:30am (media hora antes que en la primaria), vaya madrugonchis cada día, y yo
no rindo a las mañanas. Cuando vi la hora me quedé una hora sin hacer nada,
esperando a que fuese la hora adecuada para irme, desayuné mi cola-cao y me fui
super contenta y feliz a mí primer día de clase ya como estudiante de
SECUNDARIA.
Me sentía tan mayor, que pensaba que la mayoría de edad
estaban a la vuelta de la esquina… aún me faltaba un poquito más… pero me
sentía muy grande. Los estudiantes de primero y segundo tenían que entrar por
la puerta del pabellón de la Salle, así que había que ir la calle de Xauxa
hasta el final de todo, luego girar a la derecha y entrar en una puertecilla
tras subir dos escalones y bajar uno tras pasar la puerta.
Entrabas dentro del pabellón, no sabía a dónde tenía que ir,
simplemente seguí a la multitud, no vi ningún profesor ni nada que nos
orientase. La gente al lado de las ventanas había tres escalones, fui para allá
y llegabas al pabellón, luego todo recto hasta pasar la puerta, para llegar al
patío de fuera. Allí me encontré con la Saida nos dimos un abrazo, estaba muy
feliz de volver a verla, ella también.
-
Saida, si el profe nos deja sentarnos como
queramos, ¿te quieres sentar conmigo?- le pedí.
-
Si, claro que si, Laia.- dijo ella.
Nos quedamos allí a charlar un poco, y a les 8:30am sonó un
timbre nos asustamos, era uno muy diferente al que estábamos acostumbrados. En
el Carmen te avisaban con música o con el sonido de la campana, pero eso
parecía más una bocina de auto que un timbre todo plastificado. La gente se fue
hacia las dos puertas que daban lugar a los dos edificios en forma de L, pero
los que estábamos en primero no sabíamos dónde teníamos que ir, hasta que vimos
a los profesores que nos dijeron que nos quedásemos y nos pusiéramos por
clases.
Por orden de clases, entramos en la puerta que había delante
de nuestras narices a la derecha, era una puerta gris, que daba a unas
escaleras antiguas, las paredes eran de mármol con dibujos de flores azules,
esa parte supe más tarde que le llamaban la zona de la patronal. Antiguamente era un edificio aún más antiguo y
solo existían las clases que habían a la izquierda, pero nuestra clase estaba
en la parte nueva, subimos un piso y doblamos a la derecha, era una curva muy
cerrada, porque había que girar y volver a girar nada más entrar, el pasillo
hacía forma de U. Entrabas directo al pasillo de primero, la primera clase era
la del C, la segunda la del B y la del final antes de la bajada, era la A.
La clase eran mesas separadas pero puestas de dos en dos,
haciendo cuatro bloques de cuatro filas y algunas de cinco. Las mesas y las
sillas eran blancas, y al final, tanto a la derecha como a la izquierda estaban
las taquillas, algo nuevo y muy importante, eran amarillas (en mi tiempo eran
así, ahora son verdes). Uno intentó sentarse, pero Josep no le dejó, le dio un
bol con papelitos y los tuvo que repartir por las mesas, así fue como sortearon
nuestros sitios.
-
¡A la mierda sentarme con la Saida! – susurré,
noté como Uriel me daba la manito.
-
La tendrás
cerca, no te preocupes. – dijo Uriel.
Tenía razón, me tocó sentarme en el segundo bloque en la
tercera fila, al lado a mi izquierda me tocó la Judit (la otra), y atrás de mí
estaba la Saida sentada con la Clara. Me preocupaba que no estuviera cerca de
mí la Saida, no simplemente por nuestra amistad preciosa, sino porque sabía que
tenía que ayudarla a comprender lo que íbamos a aprender en clase. A pesar de que
ya era muy espabilada ella, aún necesitaba mi ayuda.
Josep agarró un papel de su carpeta, la clase tenía algo
distinto a lo que estábamos acostumbrado, la mesa del profesor estaba cerca de
las ventanas, y encima de una tarima que rodeaba toda la pizarra.
-
En este papel, tengo la lista de los alumnos que
tendrán que ir a NEES.- dijo Josep.
-
¿NEES?- preguntó un alumno.
-
Educación especial o de integración de
inmigrantes.- dijo Josep.
Giré la cabeza y miré a la Saida. El tutor empezó a dar
nombres, y el tercero fue el de la Saida. Me alegré así estaría atendida tal y
como ella merecía, pero pensé que sería como en el Carmen, solo en algunas
materias y el resto en clase.
-
A los que he nombrado, ya pueden agarrar sus
cosas, que les están esperando en el piso de arriba. A partir de ahora, solo
bajaran aquí para Tutoría, Religión y Gimnasia.- dijo Josep.
-
¿Cómo?- susurré asombrada.
<no, no, no…> miré a la Saida, agarró sus cosas me
miró con cara de tristeza y se tuvo que ir junto a cuatro compañeros más. Para
mí el tiempo se detuvo en cuanto la puerta de cerró de golpe, necesitaba
asimilarlo, no tenía amigos en clase, miré a la clase, todos completos
extraños, aunque algunos compartía estancia desde la guardería como era al caso
del Nil y el Aleix.
De pequeña era tímida, pero eso me volvió aún más tímida.
Noté como Uriel que estaba agachado a mi derecha me agarraba con fuerza la
mano, reposó el brazo en el respaldo de la silla. Quería llorar, pero no me
quería ver débil.
-
¿Qué está pasando, Dary?- le pregunté ya
mosqueada.
-
Tú última
tutora dio una reseña horrible sobre tus amistades, y los de la Salle
decidieron dividirles. – dijo Uriel arrugando la frente, se le veía
preocupado no le sacaba el ojo de encima al tutor.
-
¡¿qué?!- susurré pero sonó algo alto, vi como la
Judit me miró y tuve que disimular.
Miré al Josep, curiosamente me estaba mirando con una mirada
rara, como si estuviera disfrutando de ello. Ok, me estaba desafiando.
No tiré la toalla, pensé que quizás con las chicas del
Pompeu podría intentar tener amistad, incluso con la Eva. Pero me di cuenta de
que la Eva no era mucho de hablar cara a cara, cambiaba un poco entre el Chat y
cara a cara, era tímida como yo, lo comprendí lo intenté pero no había manera y
al final ya hizo amistades. Con la otra Judit, había momentos en clase que no
entendía lo que se tenía que hacer, y le preguntaba, pero ni puto caso me
hacía. Con la Clara pasó lo mismo, con todos los de clase ocurrió lo mismo,
nadie me hablaba, nadie me ayudaba… me quedé solita completamente.
Pasó un mes… y entré en un bucle de soledad forzada que no
sabía cómo salir de ello. Veía a Uriel hacer esfuerzos muy fuertes para
intentar ayudarme a que no perdiera las fuerzas, que pensara que sería temporal
y que algún día haría alguna amistad. Porque en el patio el Sergi dejó de
hablarme, el Gerard igual, y la Saida estaba con sus amigas también musulmanas,
hablaban en su idioma y yo simplemente me iba con Uriel a algún lado a sentarme
para desayunar tranquila e intentar respirar un poco de tanta crueldad en
clase.
La cosa cambiaba un poco, cuando iba a refuerzo de catalán,
español y matemáticas, el ambiente era un poco más armonioso y podía seguir con
el Gerard que iba también con nosotros. Todo el mal estaba hecho, porque Gerard
no sé qué mosca le picó, pero dejó de hablarme y solo lo hacía una vez cada
tres meses. El Sergi estaba en NEES.
Los profesores no hacían nada, su clase, con sus favoritos y
los demás… les importaban una mierda. Empecé a suspender casi todo, y solo me
daban sermones “deberías estudiar más y hacer la tarea” pero nunca, repito,
nunca intentaron hacer nada para cambiar el ambiente de clase. Hubiese
estudiado más si en clase me sintiera amada, pero ir a clase todos los días,
era peor que haber matado a alguien y estuviese cumpliendo condena a cadena
perpetua.
Mis padres, veían las notas, y en vez de preguntarme “¿qué
te pasó?” me daban la charla y me castigaban.
-
¿Ni mis padres, Dary?- dije ya cuando reventaba
en la habitación a llorar con Uriel.
-
Nos tienes
a nosotros, amor. Siempre puedes contar con todos los ángeles del universo para
ayudarte. Nosotros no te dejaremos atrás, te amamos. – Uriel intentaba
consolarme, pero también veía su enojo hacía las personas que me trataban super
mal, y sus lágrimas de rabia.
-
¡Quiero que venga Gabriel en clase también
contigo!- exigí.
-
De
acuerdo, yo le llamo. – dijo Uriel.
-
Hasta que no llegué, yo no vuelvo a clase.- le
exigí.
-
¿Cómo que
no vas a clase? Mañana es Lunes. – dijo Uriel sobresaltado.
-
¡No pienso ir a clase sin Gabriel!- le dije con
los brazos cruzados en el pecho.
Uriel agarró sus anillos y llamó a Gabriel, pero no le
respondía, siguió durante toda la noche, pero nada. Resulta que tenía una misión
y no podía ni responder a las llamadas de los anillos. Llegó el Lunes por la
mañana, mi padre me despertó, me senté.
-
Amor,
tienes que ir a clase. Hablo con Miguel y que nos deje guardianes de su
unidad…- dijo Uriel.
-
¿Viene Gabriel?- pregunté.
-
No le puedo
localizar, está en una misión.- informó Uriel.
-
Ok. Pues sígueme el rollo, ¿ok?- le dije.
-
¿Qué vas a
hacer?- Uriel se preocupó por mí.
Me preparé como si fuera a clase, salimos de casa, a Uriel
se le fue quitando esa preocupación de la cara, pero cuando llegamos a la otra
calle, me detuve y empecé a espiar viendo la puerta de mí casa.
-
¿Qué
haces?- preguntó Uriel.
-
Esperando.- le dije.
-
¡Llegaremos
tarde al colegio! – exigió Uriel.
-
¡Me da igual, hoy no voy!- le dije.
-
¿Cómo que
no vas? ¿Vas a hacer pellas?- dijo Uriel sorprendido y preocupado.
-
Si.- dije.
Mi padre salió de casa, me escondí esperé unos segundos y
volví a mirar, le vi cómo se iba por la otra calle, al desaparecer, volví a
casa y me puse a ver dibujos y cosas en la tele durante toda la mañana. Esa fue
la primera vez que hice pellas en clase.
-
No, no,
esto está muy mal, muy mal… malísimo… estás engañando a tus padres, mintiendo
al colegio… mal, muy mal… Laia, amor. ¡Va… vamos al colegio! Aún tenemos tiempo
de decir, que nos hemos dormido… pero ¡vamos al colegio!- decía Uriel
estaba tan preocupado que daba vueltas por la salita de estar intentándome
convencer pero yo ya había tomado la decisión.
HR.
HERO&Corporation.