lunes, octubre 14, 2024

La Persona Más Fuerte Fue La Más Débil

 

Cuando paseas por la calle, dónde hay miles de personas, ¿qué ves? Sin conocer a nadie, ¿podrías decir qué ves todo lo que son en realidad o solo muestran lo que quieres que veas? Las personas solo rebelamos el 1% de nuestra verdadera personalidad, y de todas las vivencias que hemos tenido, porque tenemos miedo de ser débiles antes los demás y nos lastimen aún más.

Los únicos que pueden decir que aún no tiene ningún trauma o solo uno, son los bebés recién nacidos. A partir de ahí, la humanidad está a merced de los conflictos emocionales y debe defenderse del mundo hostil que le rodea. Pueden pasar noventa años, pero cuando llega el momento de morir, cada persona acumula dentro de ella misma, un sinfín de emociones y conflictos, la gran mayoría sin ser sanadas, ni perdonadas, aún y así pasa por la muerte, ¿y qué pasa luego, desaparece? No.

Si al morir tienes remordimientos y no has sanado nada, tú espíritu recibe esas heridas, y como no te has reconocido en luz, porque eres hijo de Dios y dios es amor y es luz, vas al umbral o directamente te quedas entre dos dimensiones, siendo un fantasma. Todas las heridas emocionales que tienes, nunca te han lastimado el cuerpo, pero si el corazón, y cuando eres un espíritu junto el alma, notas esas heridas tan fuertes que parece que te estén apuñalando el corazón constantemente, así es lo que llaman vivir un tormento en la no-vida.


Todavía estas vivo, todavía tienes tiempo para reconocer tus heridas, reconocer de dónde vinieron, y empezar a gestionar el sinfín de emociones que has experimentado, para comprender el aprendizaje y sanar tú alma. Si cuando te haces una herida en el cuerpo te la curas ¿por qué en el alma no lo haces también? Pero claro, reconocer tus errores, es como fallarle al Ego ¿verdad? El ego no sabe lo que es el perdón, porque el Ego nació cuando tuviste el primer trauma, nació pensando que si los demás te lastiman, yo me tengo que proteger y por eso, con cada trauma el Ego se hace más fuerte, con cada miedo el Ego se apodera de una pequeña parte más de ti, y eso le dices dignidad y también orgullo.

¿Orgullo de qué? ¿De pisotear a los demás porqué a ti te pisotearon antes? ¡El corazón se hace más débil y las heridas más fuertes si piensas así! Cuando el EGO se ha apoderado de más de 50% de ti, se le cambia el nombre a Egocentrismo. Dejas de empatizar con tú alrededor y te piensas que eres víctima del sistema, víctima de las atrocidades que ha hecho la gente contigo, buscas un verdugo a fuera de ti, cuando los verdugos y las víctimas NO EXISTEN. Todos somos ALUMNOS aprendiendo a AMAR.

¿Por qué cuando te peleabas con alguien en el colegio, el profesor decía <darse un abrazo>? Te estaban enseñando que vivir con odio hacía el otro que es en realidad otro alumno que está aprendiendo a ser mejor persona cada día, no puedes vivir en una guerra constante entre víctimas y verdugos. Comprendemos que lo hayas pasado muy mal, y en ocasiones hayas tenido pensamientos muy duros de quitarte la vida o de lastimar a otros porqué pensabas en venganza o en huir, pero la vida es para aprender.

La persona más fuerte, antes fue la más débil, pero la persona más fuerte ahora, no es aquella que lastima a los demás para sentirse poderoso, sino que es la persona que comprende que las personas provocan daño pero llega un día en que alguien les hace aprender que lastimar a otros, tampoco es la solución acertada, en cambio comprender y empatizar con el dolor ajeno, hablas con la persona afectada, llorará y llorarás, pero al final no pensarás ni en venganza ni te sentirás mejor por haber sido capaz de destruir a otros. Sentirás ese sentimiento de HERMANDAD que tenemos todos los humanos un poco atrofiado últimamente, da un abrazo en vez de indagar en sus heridas para sentirte mejor.

Hoy te recomendamos que veas esta película, es la segunda parte de NOSSO LAR es completamente real:


 HR.

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viernes, octubre 11, 2024

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 200 [3T]

 Iniciamos la TERCERA TEMPORADA, ¡muchas gracias por leerla y compartirla!


La doctora Zaragoza me miró de una forma como si fuera la primera vez que estuviese delante de alguien como yo, no dijo nada, tan solo miró a mí madre que ella tampoco entendía lo qué le dije, me volvió a mirar, tragó saliva.

-      Si, vale. De acuerdo. Pero ve despacio, ¿vale? Aún tienes los puntos muy frescos.- dijo la doctora.

-      Ok. No te preocupes, no tendrás que regresarme a quirófano.- le dije con una sonrisa.

No pudo devolverme la sonrisa y se giró, caminó varios pasos hasta que se volvió a girar.

-      ¡Ah, por cierto! Me han dicho que te ha sentado bien el zumito, ¿te ves con ganas de cenar o quieres esperar a desayunar mañana?- preguntó la doctora.

-      Si, si, quiero cenar.- dije.

-      Tiene mucha hambre, doctora. Lleva cuatro días sin comer por dónde toca, le he tenido que parar antes con el zumo, porque se lo quería beber de un sorbo.- comentó mí madre entre carcajadas.

-      ¡Está bien! Hablo con las enfermeras y te traerán cena para ti.- dijo la doctora.

En realidad la doctora Zaragoza no tenía por qué visitarme ya, su trabajo terminaba en cuanto despertaba de la anestesia, pero vino a visitarme varias veces. Aunque a las nueve de la mañana pasaba mí médico, él era quién partía el bacalao ahí. A la hora de la cena, cuando vi lo que me habían traído, parecía que estaba en el paraíso, aunque fue un caldito y un puré de verduras, para mí era como si realmente me hubiese quedado con el Maestro Jesús. Cené tan a gusto, que mis padres no podían evitar reírse por las caras que ponía. Aunque mis compañeros de habitación, que por cierto compartía con niños más, solo recuerdo el niño de cinco años llamado Jan que se había roto el brazo y le habían operado de no sé dónde… era un niño cristal, tenían que tener mucho cuidado con él. El otro, no recuerdo si se llamaba Dylan o Germán… pero era de familia dominicana, tenía ocho años, allí era la mayor de todas.

Aunque hay que decir que antes de Jan, había una chica que le cambiaron de habitación porque empeoró, le habían operado de lo mismo que yo, pero no paraba de vomitar, la pobre, esta niña tenía un año más que yo. Creo que se llamaba Ana Isabel, la madre me recordaba mucho a la Mari Luz, una vieja amiga de mí madre.

Esa misma noche, mí tio Quim nos vino a visitar con una sorpresa, vino mí abuela Filomena y el Tiet Josep. ¡Qué alegría me dieron al verlos! Mí abuela por la emoción me vino a dar un abrazo con la mala pata de que me tocó los puntos, joder… vi las estrellas, al ver que gritaba paró.

-      ¿Qué pasa?- dijo mí abuela emocionada y asustada al mismo tiempo.

-      ¡Ay, no toques aquí, tengo los puntos iaia!- le mostré con mí voz de quejica.

-      ¡Ay, perdona!- me dio un beso en la mejilla y yo se lo devolví.


Al estar en Barcelona, le costaba más venir, el tío Quim y la tía Rosa María tuvieron un lindo detalle. Me sentí muy agradecida. Las lágrimas de mí abuela, me rompieron por dentro, al pensar <nunca he estado tan cerca de morir> aunque no recordaba nada de lo que me había sucedido con la visita del Maestro Jesús, pensé <dios me acaba de dar una segunda oportunidad>. A pesar que no había hecho nada malo como para darme una advertencia cómo esta, integré ese segundo pensamiento, y me dije a mí misma <voy a vivir la vida> no quería volver a pensar negativamente más, esa actitud no era la correcta para solucionar los problemas que me sucedían, así que a pesar de que ya hacía un año casi que no pensaba tan negativamente, no volví a ser persistente en eso. Aquí la gente empecé a llamarme ilusa por ser positiva incluso en los momentos en que la vida se iba a acabar.

Pero claro, cuando decides darle una visita a Azrael, el arcángel de la muerte (en ese tiempo, ahora es el Maestro Calak), y él te da una segunda chance, no sabes valorar lo que realmente importa y el resto son solo detalles que forman parte del proceso de aprendizaje.

Me desperté a la mañana siguiente, casi cuando llegaba el médico con su ejército de residentes. Según los informes de las enfermeras, la cena también me sentó de maravilla, así que había esperanzas de volver a casa esa misma semana. Sobretodo porque yo tuve una visión de que ese mismo jueves, estaría en mí casa.

-      ¿Cuánto tiempo voy a estar aquí, doctor?- le pregunté curiosa.

-      ¡Uy, es muy pronto para saberlo! Pero, quizás la semana que viene puede que vayas a casa.- respondió el doctor mientras se cruzaba de brazos.

-      No lo creo, doctor. Este jueves, ya podría ir a casa, ¿no?- le dije.

-      ¡Laia, deja que el doctor decida cuando!- me gritó mamá.

-      ¡Es verdad! Yo me encuentro bien, este jueves puedo ir a casa. Ya voy al baño bien, las pruebas están saliendo bien, y puedo comer y dormir normal, además creo que ya no me están dando tanta medicación, ¿verdad?- me expliqué.

-      Te han bajado las dosis, eso es verdad… y lo que dices también… pero, creo que estás teniendo una ilusión, pasa mucho después de una operación tan complicada como fue la tuya.- intentó explicarme el doctor.

-      No es una ilusión, doctor. ¿La toxina que se había escampado por mí sangre está estabilizada ya?- pregunté.

El doctor alzó las cejas en señal de sorpresa.

-      ¿Cómo sabes eso?- preguntó el médico.

-      Entré en peritonitis aguda, lo sé, eso significa que uno de los dos tóxicos más importantes que almacenaba el apéndice se había reproducido con tanta facilidad que incluso lo había escampado por la sangre.- dije.

Mi madre me miraba con la boca abierta, miró al doctor, como si intentaba hacerse creer que estaba inventado cualquiera.

-      Si, eso es lo que pasó. ¿te lo contó alguien?- preguntó el médico.

Dije que no con la cabeza.

-      ¿Miras series de médicos?- preguntó el doctor.

Volví a decir que no con la cabeza, hacía mucho tiempo que dejé de ver Urgencias, la serie americana.

-      Entonces, ¿cómo sabes eso? ¿Lo has leído?- preguntó el doctor.

Volví a decir que no con la cabeza.

-      Simplemente lo sé.- dije.

No lo pude decir porque la información la aprendí en una vida dónde fui médico, y esa toxina la había estudiado con detenimiento, pero nunca había operado un apéndice. En ese tiempo la tecnología no era tan avanzada como ahora. Pero no lo podía decir, porque los ángeles me aconsejaban mejor mantener el pico cerrado.

El médico se fue al pasillo junto a los residentes, mí madre salió un momento, vi que hablaba con el médico, pero no llegué a escuchar qué, porque Jan estaba llorando porque le dolía el brazo roto.

La familia me regaló tantas cosas, que la mesita ya no cabía nada, tuvimos que dejar muchas cosas en el armario, esperar a que llegase papá para que se llevase unas cuantas, él venía todas las tardes para estar un rato con nosotros después de trabajar, de hecho salía una hora antes y se iba hacia la diez de la noche.

-      Te traje los deberes del colegio, he pasado por ahí así mientras que estás aquí los haces.- dijo papá.

No jodas. No los hacía en casa, los iba a hacer en el hospital. Abrí la mochila y vi que me habían puesto todos los libros, como si fuera un inicio de curso, ¿no? Luego papá me entregó un papel dónde habían apuntado todo lo que supuestamente habían hecho en clase, y que tenía que tener hecho para enero. Lo revisé, pero puse una cara que me enojé, escuché los pasos de Uriel que venía a mí derecha.

-      ¿Hay algún problema, amor?- preguntó preocupado Uriel.

-      Si, Dary… los profesores se han flipado. ¡Esto no puede ser!- dije susurrando.

-      ¿me lo dejas ver, por favor?- preguntó Uriel.

Giré levemente la hoja hacia la derecha, y él se dispuso a leer, mientras que yo veía como mamá y papá hablaban.

-      Si, se han flipado. ¿Qué vamos a hacer? – preguntó Uriel.

-      Algo se me ocurrirá.- dije.

Papá interrumpió la conversación al darme un regalo, era una caja envuelta, la abrí y me quedé sorprendida.

-      ¿Un celular?- dije asombrada.

-      Si, creo que ha llegado el momento de que tengamos uno en casa.- dijo papá.

El mundo del mañana empezaba a ser ya una realidad, mi madre tuvo su primer celular, ¡qué alegría! Ahora esto les parecerá una chorrada, porque vivimos en un mundo dónde el celular es algo muy importante, pero en el 2004 solo algunos de mí clase tenían un familiar con celular.

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 HR.

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viernes, septiembre 27, 2024

A Veces No Se Puede Continuar...

 

Aún cuesta entender que las cosas que llegan algún día puedes desaparecer, y solo muy pocas cosas se quedan para siempre. Dejar ir sigue costando, tanto la primera vez, incluso cuando llevas más tiempo viviendo, dejar a ir a esas personas que ya han dejado de vibrar en la misma onda que vos, o simplemente tomaron caminos distintos, hay que aprender a aceptar que las relaciones libres son aquellas que respetas las decisiones del otro sin intención de hacerle cambiar e ir en contra de sus sentimientos.

Sigue costando hacerlo, pero desde hace un tiempo que aprendí a valorar la presencia del otro des del primer día en que apareció en mí camino, porque si en algún momento tengo que dejarlo ir, no será con una cara de tristeza, sino con el corazón agradecido por haberte permitido compartir trozos de su vida contigo, por haberse atrevido a confesar sus sentimientos cuando lo necesitaba, además de todas las experiencias vividas, bonitas y feas. Cuando valoras que la vida es un regalo y que la compañía vale la pena, a pesar de que la relación sea horrible, algo aprendiste en ti, ¿verdad?

El 28 de Abril del 2020, mi abuela partió hacia la quinta dimensión, a partir de ese momento me sentí muy sola, volví a sentirme así después de tanto tiempo, como si el tiempo del colegio en realidad no hubiese ocurrido. Mi abuela era como una segunda madre para mí, la relación que tenía con ella realmente era muy buena, le contaba mis cosas, me daba compañía y yo le ayudaba en lo que necesitaba, jugaba con ella al monopoly (su juego favorito). Cuando ella decidió irse hacía al otro lado, lo hizo sola porque yo estaba recluida en mí casa porque el Estado nos obligaban a estar en casa, apenas faltaban tres días para darnos un poco de libertad. A pesar de que no podía ir a más de 1km de mí casa, ingenié un plan para acercarme a la residencia y verla aunque fuese a través del cristal. Pero ella se fue antes.

Me sentí agradecida cuando ella se fue, no lloré de tristeza, a pesar de sentir esa soledad meses más tarde, en el momento de saber la noticia, me sentía feliz por todas las experiencias que ella había permitido compartir conmigo, las conversaciones, los consejos, las historias y las excursiones que hicimos, todo eso me lo llevé en el corazón y simplemente pude decir GRACIAS. Mientras que mi padre estaba mal, y mi madre lloraba (era su suegra, pero le tenía mucho cariño), la dejé ir y ella se fue feliz, con la gran noticia de que no se quedaría en la cuarta dimensión la zona no-encarnada (el lugar dónde van los espíritus), sino que consiguió seguir y esperarme en la quinta dimensión, junto a mí abuelo.

Meses más tarde, y tras un entierro tan pobre, solo cuatro familiares en el cementerio, sin misa (ella era creyente en la religión católica), fue cuando empecé a sentirme sola de nuevo, había perdido a mí confidente, tenía amistades que también eran confidentes, pero cada persona aconseja, escucha y ocurren distintas cosas. Me sentí sola, porque no era simplemente mí abuela, sino que era como una segunda madre, sentí ese sentimiento que tienen los huérfanos, una pérdida muy fuerte que te arranca el corazón sin anestesia.


Es duro dejar ir, pero más duro es pensar que si manipulas a la otra persona y le obligas a quedarse a tú lado, lo veas como lo veas, siempre será un sentimiento mezquino y muy egoísta. ¿Con qué poder te crees superior a los demás que puedas manipularlos? Cada persona tiene que ser libre de tomar sus propias decisiones, apoyarlas incluso cuando no estamos de acuerdo (sin mentir, pero estar ahí si nos necesitan), y si debes dejarles ir, es lo que debe suceder. Es duro, lo sé, pero quédate con lo que has vivido con esa persona, quizás así te sientas más reconfortada.

Ahora veo un mundo cada vez más herido por el sentimiento del miedo y el abandono, la gran mayoría de personas lastiman a otras por estas razones “no quiero que te hagan daño” los que te quieren son los primeros en lastimarte, eso hay que aceptarlo. Cada persona aprende a su ritmo y a su forma, unos aprenden más rápido pero otros no, y eso se debe respetar.

Si tus padres usan el chantaje para que hagas algo, te lastiman pero ellos tienen el corazón lleno de miedo, porque quieren lo mejor para ti aunque a veces no entiendan por dónde vas. Si alguien te utiliza, el miedo al abandono es mayor, significa que esa persona en algún momento se sintió tan solo que es capaz de manipular y engañar solo para que estés a su lado, y eso se le llama traición, Judas lo hizo con Jesús y él ya sabía que pasaría antes de que Judas aceptase. ¿Dejó de amar a Judas por ello? ¡Jamás! Pero comprendió porque se vendió, pero Judas siguió en el otro lado con Jesús.

¿Te da miedo estar solo? Pero recuerda esto… ¿Cómo viniste al mundo? Esta pregunta es para esas personas que no nacieron un hermanos gemelos o que la mamá tuvo un embarazo múltiple. Estuviste 9 meses viviendo solito en el vientre de tú mamá, algunos le llaman una zona de confort, pero antes de ser zona de confort, la matriz de tú mamá fue en algún momento un lugar inhóspito y húmedo, lleno de miedo, como la vida. La zona de confort es solo un cúmulo de decisiones constantes con el mismo resultado y que suelen repetirse a lo largo de un tiempo-espacio.

Si la casa dónde vives, ahora es tú zona de confort, cuando te mudaste era un lugar desconocido y lleno de miedo, ¿y dónde estás? ¡Aquí llamando hogar a este lugar! Dejar ir ha sido sinónimo de soledad, pero naciste solo, caminaste solo, pero aún así, dónde hayas ido siempre has acabado echando raíces, por ende recuerda esto “de la soledad emergen nuevas relaciones con el mundo interno y externo, que con el tiempo acaban construyendo una red por los cuales les llamas FAMILIA”.

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HR.

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lunes, septiembre 23, 2024

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 199: ÚLTIMO CAPÍTULO 2T

 Disfruten de este último capítulo de la segunda temporada:


Cerca de un río, había cinco ángeles muy altos y muy rubios todos que charlaban entre ellos, hasta que se dieron cuenta de que habíamos llegado. Al verme se alegraron mucho pero no me acerqué a saludarlos porque no sabía quiénes eran. El Maestro Jesús se sentó en una piedra…

-        ¿Reconoces a alguien?- preguntó Jesús.

-        No.- dije.

-        Estos ángeles han decidido que cuando tú seas mayor y te cases con el Chico de Ojos Verdes, serán tus hijos. – explicó Jesús.

Los conté y me quedé petrificada.

-        ¿Cinco hijos voy a tener?- pregunté sobresaltada.

-        De momento solo se han presentado, pero cuando seas más mayor se irán confirmando. – explicó Jesús.

Se me acercó una chica con las alas muy grandes con las puntas amarillas (trabajaba en el rayo amarillo), se agachó y me miró con su mejor sonrisa.

-        Yo quiero ser tú primera hija, y la primera de mis futuros hermanos. – dijo tenía los ojos verdes.

-        ¿Por qué?- le pregunté.

-        Mi futura misión va atada a la tuya, pero yo terminaré tú último trabajo. – explicó.

-        ¿Con qué nombre?- pregunté.

-        Lo sabrás a su debido momento, Laia. Pero ellos asistirán a tú boda, como tú asististe a la boda de tus padres, en forma de espíritu. – explicó Jesús.

Recordé vagamente algunas cosas de la boda de mis padres, cosas que no había preguntado. ¿Realmente estuve ahí antes de encarnar tres años más tarde? Luego se me acercaron dos ángeles chicos.

-        Nosotros vendremos juntos, queremos ser gemelos, aunque él será chica y yo chico. – dijo el que tenía la voz cantante.

-        ¿Gemelos? ¡Ay que ilusión!- dije toda emocionada.

-        Los otros dos serán chicos, pero ya sabrás cuando llegarán. – informó Jesús.

Me quería quedar más tiempo, pero eso es lo último que recuerdo, bueno hubo una cosa más…

-        Todo esto ahora lo vas a olvidar, pero lo volverás a recordar cuando sea el momento adecuado. Tú alma lo recodará y tú espíritu también, pero tú, como cuerpo, todavía no. Sé fiel a tú corazón y todo esto se cumplirá.- dijo el Maestro Jesús.

-        ¿Te volveré a ver?- le pregunté algo triste.

-        Si, la próxima vez, vendré a verte en tú dimensión. Será cuando estarás preparada para empezar todo lo que decidiste hacer en esta vida. – dijo con una sonrisa de oreja a oreja totalmente sincero Jesús.

Le di un abrazo, y también a mis futuros hijos, les di las gracias… luego lo que recuerdo es semi-despertarme en la sala de reanimación del hospital en la madrugada.

-        Laia… Laia… despierta…- decía mí padre.

Moví la mano mientras me estiraba un poco, escuché como se alegraban mis padres de que yo al final no muriera a pesar de que tenía unas posibilidades tan remotas, solo un 2% ¡wow!

-        Papá…- dije casi sin fuerzas.

-        ¿Qué, Laia?- se acercó mí padre.

Moví el brazo y le di una cachetada en la mejilla que él se quejó, pero mi madre y una enfermera que estaba ahí, se pusieron a reír.

-        ¡Hostia, ya me ha dado la primera!- dijo mí padre alejándose.

¡Qué pesado!

Me sacaron fuera de la sala de reanimación para subirme a planta, era muy de madrugada, quería abrir los ojos pero me pesaban los párpados. Una vez a fuera, la familia se acercó a mí, escuché al Tito Juan que me llamaba por mí nombre y me agarraba de la mano, le agarré fuerte y cuando el celador me trasladó a la habitación, fue entrar en el ascensor, abrí un ojo, vi mucha luz, cerré el ojo y simplemente me quedé dormida otra vez.


Me desperté sobresaltada, era de noche, estaba en la habitación de planta, a mi derecha tenía una cortina y a mi izquierda estaba mi madre, durmiendo en un sillón reclinada, detrás de las cortinas, se hacía de día lentamente. Me miré, miré debajo de las sabanas, y vi que estaba desnuda, con una venda sujeta dónde se suponía que estaba el apéndice, no me podía mover, me dolía mucho los puntos. Pero estaba incómoda porque no me gusta estar completamente desnuda, tenía mucho pudor en eso (sigo teniéndolo en la actualidad). Quería despertar a mí madre, pero escuché pasos y me esperé, llegó la enfermera para cambiar-me el suero, cuando me vio despierta se alegró.

-        ¿Cómo te encuentras, bella?- dijo con una voz muy dulce.

-        Bien, me duele un poco los… puntos.- le dije.

-        Te hemos bajado un poco la medicación del dolor, pero ¿te duele mucho o puedes soportarlo?- preguntó.

-        Un poco bastante.- respondí.

-        Ok. Te subo un poco la medicación del dolor. ¿Necesitas algo más?- dijo la enfermera.

-        Si, ¿qué días es y qué hora por favor?- pregunté.

-        Es día 13 de diciembre del 2004, y son casi las ocho de la mañana.- respondió la enfermera.

¡Ostras, llevaba un día y medio operada, me tuvieron un día dormida!

-        ¿Dormí todo un día?- pregunté.

-        ¡Laia, te has despertado!- dijo mamá, saltó del sillón y se vino hacía a mí a darme un beso en la mejilla toda feliz.

-        Si, si, mamá. Me acaban de decir que he estado un día dormida. ¿por qué?- pregunté.

-        Perdiste mucha sangre y te tuvieron que hacer una transfusión de sangre.- dijo la enfermera.

-        ¿Transfusión?- repetí.

-        Te han dado sangre.- dijo mamá.

-        Si, ya sé que es…- dije.

La enfermera llamó a mí madre para ir un momento al pasillo, aproveché para llamar a Uriel, se me hacía raro que no estuviese en la habitación.

-        Dary… Dary… ¿dónde estás?- susurré.

-        Aquí, amor. Estoy aquí. – dijo Uriel.

Me asusté, porque escuchaba la voz de Uriel pero no le veía.

-        No te veo. ¿Dónde estás?- insistí, pensaba que estaba haciendo una broma detrás de la cortina.

-        Estoy aquí amor… - dijo Uriel que se acercaba, luego me agarró de la mano, giré la cabeza hacia la izquierda y no lo vi, no le veía.

-        No te veo, no te veo, Dary… ¡no te veo!- dije desesperada y llorando.

-        Tranquila, tranquila,… voy a llamar a Hilaríon. – dijo Uriel preocupado.

-        ¡No, no te vayas! ¡Quédate!- decía llorando.

-        Me quedo. Me quedo.- dijo Uriel.

No le veía, eso era un gran problema. Hilaríon apareció en la habitación con una cara de preocupación (no le veía pero la intuición me lo decía solo), me hizo unas pruebas y al terminar, tuvo claro qué había pasado.

-        Por alguna razón que desconocemos, has perdido la habilidad de poder vernos. No sabemos si esto es porque estuviste muerta por treinta segundos o por algo más grave. Tenemos esperanza de que quizás sea solo temporal, quizás se te vaya en unos días o… - dijo Hilaríon realmente preocupado, escuchaba su voz pero no le veía.

-        ¿O?- pregunté.

-        O será permanente. – dijo Hilaríon, se hizo el silencio.

Me entraron muchas ganas de llorar que no pude reprimirme, me aferré a las manos de Uriel como si fueran mis últimas esperanzas. No quería dejar de verlos, no me quería desconectar de ellos, no lo soportaría se me rompería demasiado el corazón. Debido a la medicación del dolor y haber llorado, me quedé dormida, hasta que fue las nueve da la mañana, cuando los médicos vinieron a la habitación.

Hilaríon con su equipo investigaron lo que sucedió, y al cabo de unas horas me informaron, de que hubo un problema con la transfusión de sangre muy importante.

-        Cuando salió la enfermera de nuestra dimensión en busca de un donante de sangre, el arcángel Gabriel se ofreció a darte su sangre, porque compartes plasma sanguíneo con él. Pero en el momento de darle la sangre a la enfermera que estaba ya en 3D, se equivocó y en vez de ponerte la sangre de Gabriel te dio la sangre de una persona sin la vibración que tienes tú. Es por eso que has dejado de vernos. – explicó Hilaríon.

-        ¿Volveré a verlos?- dije muy preocupada.

-        No creo. Aunque subas la vibración, esos glóbulos rojos no están capacitados para poder transformarse y poder permitirte vernos. – dijo Hilaríon.

-        ¿Esta es la razón de porque no me permiten que dé sangre cuando sea mayor?- pregunté.

-        Así es, para nosotros la sangre de una persona que no esté en la misma vibración, es como envenenarse, lo mismo pasa hacía nosotros. – explicó Uriel.

Si un ángel le hacen una transfusión de sangre de una persona que no esté en la misma vibración de ascensión que él, las habilidades que le hacen ser un ángel tienen una crisis importante, que incluso en algunas ocasiones pueden ocasionar la muerte. Así es, los ángeles también pueden morir o más bien se pueden envenenar, son inmortales realmente no pueden morir, pero sí que pueden herirse tan fuerte que les sea casi imposible de recuperarse.

El hecho de que a mí me sucediera eso, no entendía por qué, ya que yo no soy un ángel, pero me había envenenado esa sangre. ¡Ojalá hubiese sabido el nombre de esa enfermera para cantarle las cuarenta! Para mí era muy importante verlos, y por un error tan grave ahora tengo que vivir así. Evidentemente que tenía que mantener la boca cerrada, por la promesa que le tuve que hacer a los ángeles con cinco años, aún no pueden saber nada de esto. ¡Qué mierda!

Casi al mediodía, vino dos enfermeras, me pusieron un pijama y me levantaron de la cama, en teoría ya podía ir al baño y quedarme en el sillón. La primera vez que le dije a mi mamá que me acompañase al baño, ella se quedó en la puerta fuera del baño, y vi que podía hacer mis necesidades como si nada, me alegré, por lo menos ya me había curado. Aún los médicos no querían darme de comer, tenía un hambre, aunque seguía enganchada en el gotero, pero tenía tantas ganas de masticar y sentir la comida en el estómago… que parecía un sueño.

-        La abuela pasó por esto… la abuela pasó por eso, pero algo mucho más severo… sin gotero y tú tienes una forma de alimentarte alternativa…- me decía a mí misma.

-        Solo será un día más, te lo prometo, amor. – Uriel.

-        ¡Ah!- grité.

-        ¿Laia, todo bien?- gritó mamá desde la puerta.

-        ¡Si, si, todo bien, solo que… la taza está fría!- dije como excusa, escuché a mi madre riéndose, y susurré.- Dary, no te veo pero avisa que estás aquí.- le dije.

-        Lo siento, me tendré que acostumbrar. ¿Quizás tenga que llevar una campanita para que sepas que estoy aquí? – divagó Uriel.

-        ¡No tiene gracia!- susurré poniendo mala cara.

-        No quería burlarme de ti, amor. Solo era un chascarrillo para cortar la tensión… perdón. – dijo Uriel.

Volví al sillón, a la tarde me dieron un zumo de melocotón, fue como si los ángeles cantases para mí, algo imposible. Y una hora después, quería caminar por el pasillo, mamá no estaba de acuerdo, la visita que tenía en ese momento eran primos, mucha gente me vino a visitar y me trajeron muchos regalos, la mayoría una libreta con una lapicera. Me fui a caminar, y cuando regresaba a la habitación, el ascensor del pasillo se abrió, vi a la doctora Zaragoza que me vió, se fue hacía a mí con una cara de sorpresa.

-        ¿Qué haces caminando, Laia?- preguntó la doctora Zaragoza.

-        Tengo ganas de caminar.- dije.

-        ¿Y camina?- le preguntó a mi madre, que contestó con un si con la cabeza.

-        No deberías andar todavía, pero, pero… - dijo la doctora Zaragoza.

Di un par de pasos hacia adelante, le miré a los ojos.

-        Ya, pero yo soy diferente.- le dije.

VOLVEREMOS CON LA TERCERA TEMPORADA A PARTIR DEL 12 DE OCTUBRE

HR.

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La Persona Más Fuerte Fue La Más Débil

  Cuando paseas por la calle, dónde hay miles de personas, ¿qué ves? Sin conocer a nadie, ¿podrías decir qué ves todo lo que son en realid...